Hoy, una huevadita. Sólo porque me encantan ciertas coincidencias. Me divierte cuando algo prácticamente no existía en tu vida, en tu horizonte inmediato, y de repente empieza a aparecer por todos lados. Como saliéndose de una periferia en la que esperó dormido, latente, para finalmente dar el salto al centro de la escena.
Ejemplifico para que se entienda:
Alguien menciona algo un día, algo desconocido o relativamente nuevo para mí. Y a partir de esa primera mención me empiezo a cruzar con gente o situaciones que también lo hacen aparecer. Se da entonces una coincidencia insistente, aparentemente caprichosa. Pero no puedo pensar en simples casualidades, o no quiero: pienso en advertencias, en señalamientos, en guiños secretos.
Ejemplifico más concretamente:
1. Estoy leyendo “Al sur de la frontera, al oeste del sol” de Haruki Murakami. A partir de cierto punto de la historia, la novela se desarrolla en Tokio. Después de un encuentro importante, los protagonistas se despiden en la Avenida Aoyama. Ella se baja del auto; él piensa que no va a volver a verla…y es terrible. La Avenida Aoyama, que hasta ese momento no significaba nada para mí, se convierte en un lugar que (casi) siento conocer.
2. Pocos días después (quizás uno o dos), recibo el mail de un proyecto al que estoy suscripta. Se llama “FOCO”. Se trata de una selección de cositas que se ofrecen semanalmente en una página web. Gag, jpgs, video, radio, website, textual: esas son las categorías (presentadas en una cuadrícula de fotitos alusivas) a las que se accede con un click. Y en esta oportunidad, el website es de un local de libros de fotos en Nueva York. Una librería un poco cool, un poco selecta, un poco pintoresca y muy tentadora. El dueño cuenta, que después de abandonar su trabajo de mucho tiempo como editor y agente fotográfico, se tomó unos meses sabáticos e hizo un viaje a Japón. Allí, en el barrio de Aoyama, se cruzó con la librería que inspiró el proyecto neoyorquino que ahora ocupa su vida. Aoyama por dos. Así fue que me enteré de que Aoyama aparentemente no es sólo una avenida, sino también un barrio.
Les dejo el link de “FOCO”: http://www.f-o-c-o.com/
3. Otros pocos días después fui al cine a ver “Las flores del cerezo”. De paso, la recomiendo. Es una película un poco triste, bastante querible y mucho más entretenida de lo que había imaginado. Los personajes principales son alemanes y viven en Alemania, pero hay un mambo con la danza Butoh y el Monte Fuji, y el protagonista termina viajando a Japón. Lo cierto es que no estoy segura de que se trate de Tokio, pero en el fondo no importa. Todas las imágenes de la ciudad me hacían pensar en Aoyama. Sin saberlo yo, quizás los personajes caminaron por la avenida. Quizás incluso la vi.
No fui a Japón, y claramente no puedo hacerme una idea real de cómo es. Mi imagen mental es muy personal, y tan caprichosa como la cadena de sucesos que la generaron. Pero algo hubo esta semana, y un guiño secreto hizo que de repente Tokio, Aoyama y el Monte Fuji pasaran de una silenciosa timidez al centro de la escena de mi horizonte inmediato.
Acá sólo les cuento mi recorrido. Ustedes sabrán qué hacer con él.
Sayonara.
Ejemplifico para que se entienda:
Alguien menciona algo un día, algo desconocido o relativamente nuevo para mí. Y a partir de esa primera mención me empiezo a cruzar con gente o situaciones que también lo hacen aparecer. Se da entonces una coincidencia insistente, aparentemente caprichosa. Pero no puedo pensar en simples casualidades, o no quiero: pienso en advertencias, en señalamientos, en guiños secretos.
Ejemplifico más concretamente:
1. Estoy leyendo “Al sur de la frontera, al oeste del sol” de Haruki Murakami. A partir de cierto punto de la historia, la novela se desarrolla en Tokio. Después de un encuentro importante, los protagonistas se despiden en la Avenida Aoyama. Ella se baja del auto; él piensa que no va a volver a verla…y es terrible. La Avenida Aoyama, que hasta ese momento no significaba nada para mí, se convierte en un lugar que (casi) siento conocer.
2. Pocos días después (quizás uno o dos), recibo el mail de un proyecto al que estoy suscripta. Se llama “FOCO”. Se trata de una selección de cositas que se ofrecen semanalmente en una página web. Gag, jpgs, video, radio, website, textual: esas son las categorías (presentadas en una cuadrícula de fotitos alusivas) a las que se accede con un click. Y en esta oportunidad, el website es de un local de libros de fotos en Nueva York. Una librería un poco cool, un poco selecta, un poco pintoresca y muy tentadora. El dueño cuenta, que después de abandonar su trabajo de mucho tiempo como editor y agente fotográfico, se tomó unos meses sabáticos e hizo un viaje a Japón. Allí, en el barrio de Aoyama, se cruzó con la librería que inspiró el proyecto neoyorquino que ahora ocupa su vida. Aoyama por dos. Así fue que me enteré de que Aoyama aparentemente no es sólo una avenida, sino también un barrio.
Les dejo el link de “FOCO”: http://www.f-o-c-o.com/
3. Otros pocos días después fui al cine a ver “Las flores del cerezo”. De paso, la recomiendo. Es una película un poco triste, bastante querible y mucho más entretenida de lo que había imaginado. Los personajes principales son alemanes y viven en Alemania, pero hay un mambo con la danza Butoh y el Monte Fuji, y el protagonista termina viajando a Japón. Lo cierto es que no estoy segura de que se trate de Tokio, pero en el fondo no importa. Todas las imágenes de la ciudad me hacían pensar en Aoyama. Sin saberlo yo, quizás los personajes caminaron por la avenida. Quizás incluso la vi.
No fui a Japón, y claramente no puedo hacerme una idea real de cómo es. Mi imagen mental es muy personal, y tan caprichosa como la cadena de sucesos que la generaron. Pero algo hubo esta semana, y un guiño secreto hizo que de repente Tokio, Aoyama y el Monte Fuji pasaran de una silenciosa timidez al centro de la escena de mi horizonte inmediato.
Acá sólo les cuento mi recorrido. Ustedes sabrán qué hacer con él.
Sayonara.