martes, 24 de agosto de 2010

Un pucho permitido

Había una vez un bar. Estuvo ahí por años. Pasé por la puerta mil veces, casi sin notarlo. Creo que tenía la sensación de que siempre iba a estar ahí. Era escenografía, sólo una fachada, quizás un leve misterio.
Un día, hace poco, S y yo decidimos entrar. Fuimos en pocas ocasiones, las suficientes. Llegamos a quererlo. Supe cuánto lo extrañaría el día que me enteré de que lo habían cerrado. S me mandó un mensaje: “tiene todas las ventanas tapadas con diarios”. Imaginé a S viéndolo desde un colectivo en movimiento, girando la cabeza y después el cuerpo, presa de un impulso ridículo por detener el viaje y bajar. Ridículo y solitario, en medio de pasajeros anónimos que no compartían la sorpresa ni comprenderían el arrebato.
Era un bar fuera de contexto. Lo habían puesto en un barrio que no tenía mucho que ver con él, en una manzana que no le correspondía, frente a una plaza que le era ajena. Quizás había sido un lugar pituco, ahora sólo se esforzaba. Le quedaban (medio) pitucas las mesas, las sillas y la barra. También se jugaba al pool. Era un poco viejo, un poco beige, un poco cursi, un poco whisky. Y al mismo tiempo estaba vivo, siempre cuidado, completamente actual.
Lo atendía un gallego simpático y panzón. No simpático canchero, ni simpático de chiste. Diría simpático y señor. Siempre asumimos que era también el dueño. Se paseaba por detrás de la barra como si estuviera en su cocina. Claramente ponía su música y servía lo que le gustaba tomar.
Era un lugar cómodo y extraño. Lo frecuentaba gente disímil: caballeros de trago en mano, chicos demasiado jóvenes, parejas de amor fugaz. Pocas personas era el número usual. Excepto los claros habitués, todos, siempre, parecían haber entrado por casualidad.
Un día sonaba Sabina y S quiso fumar. Cuando el gallego se acercó a tomar nuestro pedido, S le preguntó si podía. El hombre dijo: “No, no se puede… Prendelo. Si alguien viene y te pregunta, yo no te dejé”. Y se alejó riendo, con su amabilidad sin estridencias.
El bar Sabina tenía las ventanas tapadas. Leí el mensaje en un subte. Estaba lejos de todo e igual tuve el impulso de bajar que imaginé para S. Con los diarios, el bar se hacía parte de nuestra historia. Se hacía historia a fuerza de capítulo cerrado, y era como si el avance del tren agravara mi sensación de pérdida, mi certeza de pasado.
“Quiero una cerveza y un pucho permitido ahí y en ningún otro lado… Me re gustaba ese bar, su ingenua turbiedad, su familiaridad nocturna. Le hacía bien a Belgrano. Ufa.” Esto respondí yo a la imagen de los diarios. Respondí esto por no poder bajar.

4 comentarios:

D dijo...

Muy bueno!!!

Realmente uno lo termina de leer y tiene ganas de ir a ese bar.

Muy convocante la protagonista. Imagino que si S se baja un colectivo en movimiento, en medio de pasajeros anónimos que no comprenden el arrebato, y yo estoy ahí, me bajo detrás de ella y la sigo.

Muy querible el Gallego, con un dueño así dan ganas. C escribió: “Claramente ponía su música y servía lo que le gustaba tomar”. Y claro, si uno tiene un bar tiene que servir lo que a uno le gusta, y escuchar lo que uno escucha. Si veo que el dueño está convencido de lo que toma y escucha…automáticamente, Mozo! deme lo que está tomando el señor.

Ahora, leo el final y pienso, “como garpan los finales nostálgicos”. C pone “Con los diarios, el bar se hacía parte de nuestra historia. Se hacía historia a fuerza de capítulo cerrado, y era como si el avance del tren agravara mi sensación de pérdida, mi certeza de pasado”… Una daga.


Este texto es uno de los mejores del blog. Porque hay una sucesión de asociaciones felices, palabras, frases, oraciones. Paso a desmenuzar (con arbitrariedad, obviamente):

-leve misterio

-fuera de contexto

-una manzana que no le correspondía

-un poco beige, un poco cursi, un poco whisky

-ni simpático de chiste. Diría simpático y señor

-parejas de amor fugaz

-Quiero una … y un …. permitido ahí y en ningún otro lado (esto lo dije mucho)

-ingenua turbiedad

-familiaridad nocturna

-Le hacía bien a Belgrano (Claramente que no este más es un nuevo punto en contra de Belgrano)

Hasta la próxima

Saludos

PD: S, si una tarde pasás por el frente del bar, y los papeles de diario te dan melancolía, no decaigas, avisame y te llevo a tomar algo para sacarte la nostalgia

Anónimo dijo...

Hoy volví a pasar por la puerta... debo decir que tenía una mínima esperanza de un "estamos refaccionando". Aunque creo que es mejor así... queda ese gustito a melancolía que lo hace misterioso e interesante.. cuando pasé, llovía y yo estaba escuchando a Sabina.. decime, C, si la situación no cuadra justo con el clima del relato!!?? en fin, me hizo recordar que debía una respuesta al post!

A pedido de C, quiero contar la tarde-noche de la negación... Algunos días antes de la confirmación del cierre, habíamos decidido cafetear en aquel bar (en un arranque de traición a nuestro tradicional B) y yo me encontré con las puertas cerradas... llamado de por medio, el encuentro cambió de lugar. El comentario de C fue algo así como: "mmm, que raro cerrado a esta hora..., no?", que mereció una respuesta de S del estilo de: "nahhh... nunca vinimos en este horario este día de la semana.." y pasó... sin cobrar importancia...

Días después, caminaba por aquella cuadra..., perdón por quitar la mística del colectivo..., cuando vi las ventanas "endiariadas" y aún así le di lugar a la negación.. tuve que cruzar y estar parada frente a la puerta cerrada y las ventanas tapadas para darlo por hecho..
minutos después salió el mensaje.. y claramente C comprendió y compartió mi sentimiento!

C, me conmovió tu relato, me encantó que lo hayas escrito!! (Gente, yo le pedí que lo hiciera!!!)

ah!! me olvidaba, Sabina dice: "... al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver..." siempre es aplicable!

Genia C!!!!!!!!!
S

leandro daich dijo...

Muy bueno querida C.
Me recordaste de todos los cafes, las cervezas, incontables palitos, maníes y papas fritas que tomé en bares "un poco viejo, un poco beige, un poco cursi, un poco whisky" (mi frase preferida).
Todavía quedan algunos lugares como el que relatas, sin embargo son cada vez menos y cada vez pelean con menos armas. Espero que tu relato de nostalgia (de protesta, por qué no?) alienten a tus lectores a no dejarlos visitar.

BESOS

Unknown dijo...

Tenemos que encontrar 'el Badalona' de Villa Ortúzar. Así hago que estudio un poco mientras vos escribís en tu libretita viajera.

te extraño