martes, 28 de julio de 2009

Catarsis electrodoméstica

Qué tema las licuadoras interiores. Esa sensación de que algo se mueve adentro, algo que es indispensable acallar. Y estamos ansiosos por hacer mil cosas y al mismo tiempo no podemos empezar ni una. Y con esa impotencia no acallamos nada, y sólo podemos licuar furiosamente, cada vez más. Entonces la sensación se vuelve física, y la perturbación se hace temblor.

Estas son semanas de licuadoras: deben estar de oferta, no sé… Porque me cruzo con mucha gente que no para de batir, que no para de mezclar, que no para, que no puede parar.

Y se ve que hace falta hacer catarsis electodoméstica, porque empiezo a notar que las licuadoras se cruzan con otras licuadoras. Pareciera que se atraen, que se intuyen, que se huelen, que se llaman. Y en medio de sus movimientos de torbellino -de sus movimientos ruidosos, circulares, testarudos, metálicos, inagotables- todas intentan seguir viviendo.

Catarsis electrodoméstica.

Creo que una de las cosas que más disfruto de la vida es tener una buena charla. Muchas nacen de licuadoras, algunas las generan, otras las calman. Hoy me desperté con ganas de agradecerle a la gente por las buenas charlas, por las charlas productivas, las reveladoras, las divertidas, por aquellas en las que sentí que al otro le estaba pasando lo mismo que a mí y esa coincidencia nos hermanaba, por aquellas en las que hice complicidad de género, por las que lograron una progresión dramática que desembocó en confesiones, por las que lloré de risa, por las que incluyeron retos, por las que mostraron verdades, por las que quitaron miedos.

Cuántas veces me despedí de alguien deseando que todo eso que habíamos construido se sostuviera en el tiempo. Deseando ser tan alegre, valiente, creativa y resuelta cuando tuviera que poner en práctica lo concluido.
Muchas veces abandoné charlas (o ellas me abandonaron a mí, no sé…) con la sensación de que algo había cambiado adentro mío, con la sensación de que de ahí en más algo mutaba. Y la vida siguió, y muchas veces siguió igual, pero esa sensación del primer momento no era enteramente falsa. En cada intercambio con otro algo se corre, algo se ve, algo se aprende, algo se deja. Y por más mínimo que sea el cambio, nos alejamos de la atmósfera de la conversación siendo un poco nosotros, y también un poco el otro.

Gracias a todos los que estuvieron involucrados en alguno de esos trueques. Gracias. Cada uno hágase cargo de lo que le corresponda, y de lo que me dejó.
Ojalá alguien, alguna vez, haya sentido en una charla conmigo alguna de estas cosas. Ojalá alguno haya compensado con mi aporte lo que me llevé
yo cuando nos despedimos.

miércoles, 15 de julio de 2009

Afán de viaje

Yo me canso de mí. Muchas veces me canso. Me canso de estar conmigo, me canso de lo que pienso, de no parar de pensar, me canso de mis miedos, de mis anécdotas, de mis hábitos, de mi voz. A veces quiero tomarme vacaciones de mí. Irme de mí, ser otra.
De todo esto hablaba con mi amiga S hace un tiempo, porque ella también quiere vacaciones. Y entre las dos sospechamos que son varios (sino todos) los que alguna vez quisieron irse de sí mismos.
Por supuesto que no llegamos a ninguna conclusión con S, y seguimos sin poder irnos de excursión a ningún lado. Pero algunos días después, ella leía a Oliverio Girondo y se cruzó con el momento en el que a Oliverio le pasó lo mismo que a nosotras. Me contó que lo leyó, me lo leyó y me lo mandó, para que no quedaran dudas de que el tipo entendía algunas cosas y, sobre todo, de la habitual simpatía con la que las decía en voz alta.
Vale la pena que lo copie. Así todos los sospechados de afán de viaje, pueden sentirse acompañados.

Cansancio

Cansado
¡Sí!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.

Cansado.
¡Sí!

Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.

Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.

(Oliverio Girondo)

Repito: no llegamos a una conclusión, pero sí hay alguna propuesta. Y en esta etapa de propuestas tengo que ser justa y mencionar a una nueva colaboradora, otra querida amiga mía a la que llamaremos D. D me dijo (hablábamos de otras cosas, pero yo venía pensando en Oliverio y lo relacioné…): “A veces hay que hacer todo lo contrario a lo que uno haría. Ser lo menos uno que uno pueda ser. Y de esa forma, dejarse sorprender por uno mismo.”
No lo dijimos así tan derechito y tan claro, pero ahora pienso que D estaría de acuerdo en afirmar que quizás ésta es una de las formas posibles de excursión. Una manera amable, barata y casi lúdica de armar las valijas e irse por un rato.

(Agradecimientos)
A S por el aporte literario.
A D por su aporte personal.
A X, porque ella también estuvo de acuerdo, tiene el afán de viaje a flor de piel, y porque siempre aporta mucho.

lunes, 13 de julio de 2009

Celestín o xilofón

En algunas oportunidades (aún hoy a veces lo hago) trabajé con la Licenciada S.S., psicoanalista. En general, nuestra tarea consiste en preparar programas para cursos, presentaciones o escritos. Ella elabora el contenido y yo la ayudo a redactarlo. En este caso, estábamos reformulando un texto preexistente. Yo estaba sentada frente a la computadora. La Lic. S.S. leía el texto de manera intermitente, sentada cerca mío. Yo no la veía, sólo sentía su voz llegando desde atrás.
Hacía un rato yo había decidido poner música, así que la Lic. S.S. se mezclaba por momentos con Lisandro Aristimuño. Con los dedos sobre el teclado, esperaba directivas para empezar a escribir. Entonces, mientras la Lic. ordenaba sus ideas en voz alta, yo las fui mezclando un poco con las ideas de Lisandro. El texto que pego a continuación es el resultado de esa conjunción loca. Creo que la Lic. S.S. nunca supo que este texto existió, pero también creo que si lo viera, probablemente le gustaría. Acá va:
Que momento de mierda… Por eso cuando te dije que me encontré con posmuertos vivos fue exactamente hace un mes. Estaba…nada, boludeando. Yo te voy a leer una cosa: “de nubes hermosas, te vi salir desnuda sobre el mar”. El término está totalmente ausente, los griegos no decían “yo”. Flota en el lugar…

Café. Son casi las tres.

A partir de cierta época, la areté (realización total del individuo). La noción unitaria del bien como perfección. Inautenticidad, máximas sin importancia en la magia de tu luz. Fui cosas que no soy: viraje concreto. Hasta entonces la revolución copernicana flota en el lugar, humo sobre el mar.

Unilineal preestablecido con etapas que se presentan cada una a su turno, es pura y simplemente el abandono. El domingo pasado. (Silencio). Esta tentativa la hemos oído de labios del único: “Pena me dio no verte”, no tienen ningún valor.

“Vos, vos y las hojas caen”. Simplemente quiero introducir lo que Sócrates pone de relieve. Conforma la virtud esencial: dos copas de cristal. Por lo cual los ciudadanos se encuentran ligados en un cuerpo. Viejos amantes que no son demagogos, en función de una ortodoxia sembrada por abuelas. Lo verdadero que hay en ella no es aprehensible por un saber ligado. “Quiero besarte dormida y despertarme en tu boca”, aún es cuestión de entender qué espera él de ello.
Entre los días vas, vos, lejos del miedo, encantadora. Sos viento de los mares, deconstructor de barcos, mojando melodías…Y despertarme en tu boca con una cierta coherencia del discurso. Vos.

Trataré de enseñarles acerca del yo. Abracen lo poco de luz que queda. El esclavo, verán que lo sabe todo: bastará despertarlo. Pensaba vestirme de azul al verlo. Este error existe en todo saber: una vez constituido, lo olvida. Vaya y pase. Pisando y mojando la tierra, bailando hasta que amanezca. Decime de dónde se viene la noche, a nivel de la ortodoxia. Cuanto más sabemos, mayores son los riesgos. (Charango). Es preciso que sepa…
S. lee, y no se da cuenta de Lisandro ni de mí.
-“S., me lavo las manos y seguimos con el texto”. Celestín o xilofón: no son demagogos.


domingo, 12 de julio de 2009

Tununa

Algún día, 2008
Tununa Mercado es escritora. La conocí el otro día en un programa de televisión en el que hacen dialogar a un autor con alguno de sus lectores. Ella me cayó bien, pero su nombre me cae aún mejor.

Tununa.

Tununa hablaba y te daban ganas de escucharla. Me generó lo que algunas personas me generan, una especie de hipnosis discursiva. Hablan y me gusta. Hablan y quiero escucharlas. Hablan y no puedo hacer otra cosa que escuchar. Y me parece que no es tan importante lo que digan, o sí, pero es tan importante como la manera en que lo dicen. Me gusta la gente que habla musical. Me seda. Me da envidia. Los quiero abrazar.

Una Tununa no puede no hablar musical. Siendo Tununa, no puede. Calculo que también debe estar bueno leerla… Con ese nombre tenía que convertirse en alguien de fácil acceso, democrático, generoso. Ese nombre tenía que ser ofrecido, tenía que repartirse. El anonimato hubiera sido un acto de extremo egoísmo. Tununa lo sabía, por eso se convirtió en escritora.

Ahora su nombre está impreso en numerosas portadas de libros. Y si dice “Tununa”, seguramente también hay pájaros.

(Paréntesis musical)
“Hoy te llamo porque extraño tu canción y en tu voz se calma el viento…”
(Lisandro Aristimuño – “Plug del sur”)


martes, 7 de julio de 2009

Gataflorismo

Colaboré en el número 10 de la revista "Gata Flora".
Quien quiera chusmear, pídala en su kiosco amigo...

jueves, 2 de julio de 2009

i

martes 29 de julio de 2008 / 9:58 am
Inercia. I-ner-cia. I. N. E. R. C. i. A. La computadora decidió que si quería escribir la palabra separada por puntos, letra por letra, tenía que hacerme cargo. Entonces me la fue poniendo toda en mayúscula, como una sigla. Algo solemne, institucional, algo casi temerario. Pero en la “mayusculización” se le piantó la “i”. Le quedó una “i” chiquita que le quita un poco de autoridad al asunto.
…quizás ahí está la esperanza de cambio, el escape: en el error.

Quiero volver a encontrar las cosas que están buenas de lo cotidiano. Mi casa, las calles, leer algo, una buena charla, los desconocidos, la música, las fotos.
Estos días estuve leyendo una larga nota sobre Cartier-Bresson que aún no terminé. Algún día de agosto se cumplen 100 años de su nacimiento, y salen notas varias. Es un incuestionable y eso a veces me aleja. Quiero decir: ¿Quién se va a atrever a admitir que no le gusta Cartier-Bresson? ¿Quién puede negar que lo que hizo fue bueno? Creo que no puede no gustarte. Y ese tema de que sea tan políticamente correcto, de que todo lo haya hecho bien, siendo además un hombre bueno y honesto, me aleja.
Pero entonces el tipo dice cosas como ésta y lo querés. Sé, y lo sé porque me conozco, que voy a olvidar todo lo que leí en esa nota. De hecho, ya olvidé gran parte. Olvido películas, libros y vida mucho más de lo que me gustaría. Pero Bresson…Henri dijo esto, y lo quise: “Yo quiero enseñar a la gente a mirar. Porque la gente no mira, piensa.” Qué miedo. Qué cierto. Cuánta inercia.

Quiero mirar. Mi-rar. M. I. R. A. R.

M. i. R. A. R.