Colaboré nuevamente en la revista "Gata Flora", en el número 12 (diciembre-enero-febrero). La nota es sobre la fotógrafa Nan Goldin y, víctima del fanatismo anglosajón de la editora, se titula "Snapshots". Confirmadísimo que ya está en la calle. Quien quiera chusmear, pídala en su kiosco amigo. Cópense: ¡es mucho más lindo leerla impresa!
lunes, 7 de diciembre de 2009
viernes, 27 de noviembre de 2009
Capricho
Hoy, una huevadita. Sólo porque me encantan ciertas coincidencias. Me divierte cuando algo prácticamente no existía en tu vida, en tu horizonte inmediato, y de repente empieza a aparecer por todos lados. Como saliéndose de una periferia en la que esperó dormido, latente, para finalmente dar el salto al centro de la escena.
Ejemplifico para que se entienda:
Alguien menciona algo un día, algo desconocido o relativamente nuevo para mí. Y a partir de esa primera mención me empiezo a cruzar con gente o situaciones que también lo hacen aparecer. Se da entonces una coincidencia insistente, aparentemente caprichosa. Pero no puedo pensar en simples casualidades, o no quiero: pienso en advertencias, en señalamientos, en guiños secretos.
Ejemplifico más concretamente:
1. Estoy leyendo “Al sur de la frontera, al oeste del sol” de Haruki Murakami. A partir de cierto punto de la historia, la novela se desarrolla en Tokio. Después de un encuentro importante, los protagonistas se despiden en la Avenida Aoyama. Ella se baja del auto; él piensa que no va a volver a verla…y es terrible. La Avenida Aoyama, que hasta ese momento no significaba nada para mí, se convierte en un lugar que (casi) siento conocer.
2. Pocos días después (quizás uno o dos), recibo el mail de un proyecto al que estoy suscripta. Se llama “FOCO”. Se trata de una selección de cositas que se ofrecen semanalmente en una página web. Gag, jpgs, video, radio, website, textual: esas son las categorías (presentadas en una cuadrícula de fotitos alusivas) a las que se accede con un click. Y en esta oportunidad, el website es de un local de libros de fotos en Nueva York. Una librería un poco cool, un poco selecta, un poco pintoresca y muy tentadora. El dueño cuenta, que después de abandonar su trabajo de mucho tiempo como editor y agente fotográfico, se tomó unos meses sabáticos e hizo un viaje a Japón. Allí, en el barrio de Aoyama, se cruzó con la librería que inspiró el proyecto neoyorquino que ahora ocupa su vida. Aoyama por dos. Así fue que me enteré de que Aoyama aparentemente no es sólo una avenida, sino también un barrio.
Les dejo el link de “FOCO”: http://www.f-o-c-o.com/
3. Otros pocos días después fui al cine a ver “Las flores del cerezo”. De paso, la recomiendo. Es una película un poco triste, bastante querible y mucho más entretenida de lo que había imaginado. Los personajes principales son alemanes y viven en Alemania, pero hay un mambo con la danza Butoh y el Monte Fuji, y el protagonista termina viajando a Japón. Lo cierto es que no estoy segura de que se trate de Tokio, pero en el fondo no importa. Todas las imágenes de la ciudad me hacían pensar en Aoyama. Sin saberlo yo, quizás los personajes caminaron por la avenida. Quizás incluso la vi.
No fui a Japón, y claramente no puedo hacerme una idea real de cómo es. Mi imagen mental es muy personal, y tan caprichosa como la cadena de sucesos que la generaron. Pero algo hubo esta semana, y un guiño secreto hizo que de repente Tokio, Aoyama y el Monte Fuji pasaran de una silenciosa timidez al centro de la escena de mi horizonte inmediato.
Acá sólo les cuento mi recorrido. Ustedes sabrán qué hacer con él.
Sayonara.
Ejemplifico para que se entienda:
Alguien menciona algo un día, algo desconocido o relativamente nuevo para mí. Y a partir de esa primera mención me empiezo a cruzar con gente o situaciones que también lo hacen aparecer. Se da entonces una coincidencia insistente, aparentemente caprichosa. Pero no puedo pensar en simples casualidades, o no quiero: pienso en advertencias, en señalamientos, en guiños secretos.
Ejemplifico más concretamente:
1. Estoy leyendo “Al sur de la frontera, al oeste del sol” de Haruki Murakami. A partir de cierto punto de la historia, la novela se desarrolla en Tokio. Después de un encuentro importante, los protagonistas se despiden en la Avenida Aoyama. Ella se baja del auto; él piensa que no va a volver a verla…y es terrible. La Avenida Aoyama, que hasta ese momento no significaba nada para mí, se convierte en un lugar que (casi) siento conocer.
2. Pocos días después (quizás uno o dos), recibo el mail de un proyecto al que estoy suscripta. Se llama “FOCO”. Se trata de una selección de cositas que se ofrecen semanalmente en una página web. Gag, jpgs, video, radio, website, textual: esas son las categorías (presentadas en una cuadrícula de fotitos alusivas) a las que se accede con un click. Y en esta oportunidad, el website es de un local de libros de fotos en Nueva York. Una librería un poco cool, un poco selecta, un poco pintoresca y muy tentadora. El dueño cuenta, que después de abandonar su trabajo de mucho tiempo como editor y agente fotográfico, se tomó unos meses sabáticos e hizo un viaje a Japón. Allí, en el barrio de Aoyama, se cruzó con la librería que inspiró el proyecto neoyorquino que ahora ocupa su vida. Aoyama por dos. Así fue que me enteré de que Aoyama aparentemente no es sólo una avenida, sino también un barrio.
Les dejo el link de “FOCO”: http://www.f-o-c-o.com/
3. Otros pocos días después fui al cine a ver “Las flores del cerezo”. De paso, la recomiendo. Es una película un poco triste, bastante querible y mucho más entretenida de lo que había imaginado. Los personajes principales son alemanes y viven en Alemania, pero hay un mambo con la danza Butoh y el Monte Fuji, y el protagonista termina viajando a Japón. Lo cierto es que no estoy segura de que se trate de Tokio, pero en el fondo no importa. Todas las imágenes de la ciudad me hacían pensar en Aoyama. Sin saberlo yo, quizás los personajes caminaron por la avenida. Quizás incluso la vi.
No fui a Japón, y claramente no puedo hacerme una idea real de cómo es. Mi imagen mental es muy personal, y tan caprichosa como la cadena de sucesos que la generaron. Pero algo hubo esta semana, y un guiño secreto hizo que de repente Tokio, Aoyama y el Monte Fuji pasaran de una silenciosa timidez al centro de la escena de mi horizonte inmediato.
Acá sólo les cuento mi recorrido. Ustedes sabrán qué hacer con él.
Sayonara.
martes, 10 de noviembre de 2009
Recreo
Alguien me dijo que era una propuesta muy años 70. No lo había pensado así, pero la calificación me divirtió. Quizás yo tendría que haber nacido en otra época... Damas y caballeros, en esta oportunidad les presento un paseo “setentoso”: un domingo en el Tigre.
No incluye casa en una isla, ni yate. Ni siquiera club de remo. La idea es simplemente ir al Tigre a hacer lo que cualquier hijo de vecino hace en el Tigre. Árboles, sol, río y lancha colectiva. Y en este caso, una yapa: la visita al “Museo de Arte Tigre”.
No puedo dar directivas espaciales muy específicas, pero las lanchas salen de un solo lugar y el museo es el único edificio antiguo, imponente y reciclado que van a encontrar por ahí. Todo queda a orillas del río, claro, y del lado que la guía de la lancha llamó “continental”. Avancen por donde los conduzcan los caminitos de la costa y no pueden perderse.
Recomiendo fuertemente la lancha colectiva antes que el catamarán. Es de madera, uno va cerca del agua, vive el vaivén de las olas, ve las orillas desde el nivel del río, se acomoda en un asiento junto a las ventanas siempre abiertas y recibe todo el vientito y el sol. No saben lo bueno que es respirar Tigre por un rato…
Se disfruta de un paseo de una hora por $19. Probablemente les toque una chica que oficia de guía de turismo. Probablemente la chica tenga voz de pito y quizás hasta se llame Sonia. Si quieren la escuchan. Y sino, bien pueden dejar de hacerlo. Casi todos la abandonan, al punto que Sonia rara vez recibe al final un saludo o un aplauso. Yo dejé de escucharla en varias oportunidades, pero igual me dio cosa que nadie retribuyera sus esfuerzos de megáfono.
Del paseo en lancha uno llega sedado y feliz, en un estado realmente agradable que incluso se prolonga un tiempo en tierra firme.
Después se puede optar por caminar, echarse en algún rincón ameno, hacer un pic-nic o comer algo en los muchos barcitos y parrillas. Pero hagan lo que hagan, no dejen de pasar por el ya mencionado museo. Es un edificio que fue un casino o un hotel, o las dos cosas. Hace no mucho lo “recauchutaron” y quedó realmente bien. Ahora funciona como museo de arte, con una muestra estable y otra itinerante. Más allá de los cuadros en sí, vale la pena recorrer esos salones, escaleras, pasillos y ascensores, y visitar la increíble terraza que da al río. Todo está muy bien cuidado, organizado y prolijo. Hermosos los pisos, las molduras y las arañas. Ni hablar de los enormes ventanales, especialmente atractivos en días de sol.
Creo que es casi inevitable irse de ahí con la sensación de haber vivido un rato en otra época, o tentado de fiestas de gala y bailes de máscaras, siempre con orquesta en vivo.
De noche prenden los farolitos y también es re lindo, pero ojo: el museo cierra (estoy casi segura) a las 19 Hs.
Antes de partir, pueden darle una mirada al libro de visitas en la planta baja. La gente siempre tiene cosas sorprendentes para decir, a veces también cosas indignantes. Sugiero dejar un mensaje para la posteridad (o para el cosmos, o para todos, o para nadie…) que exceda los meros comentarios sobre el lugar.
Todo esto por sólo $5.
(Paréntesis museológico)
Agradezco a mi compañero de paseo por insistir en que entráramos. A pesar de haber propuesto llegar hasta ahí, reconozco que yo dudé una vez en la puerta. La visita al museo es mérito suyo. Por suerte en ese momento él pensó más claramente que yo.
No incluye casa en una isla, ni yate. Ni siquiera club de remo. La idea es simplemente ir al Tigre a hacer lo que cualquier hijo de vecino hace en el Tigre. Árboles, sol, río y lancha colectiva. Y en este caso, una yapa: la visita al “Museo de Arte Tigre”.
No puedo dar directivas espaciales muy específicas, pero las lanchas salen de un solo lugar y el museo es el único edificio antiguo, imponente y reciclado que van a encontrar por ahí. Todo queda a orillas del río, claro, y del lado que la guía de la lancha llamó “continental”. Avancen por donde los conduzcan los caminitos de la costa y no pueden perderse.
Recomiendo fuertemente la lancha colectiva antes que el catamarán. Es de madera, uno va cerca del agua, vive el vaivén de las olas, ve las orillas desde el nivel del río, se acomoda en un asiento junto a las ventanas siempre abiertas y recibe todo el vientito y el sol. No saben lo bueno que es respirar Tigre por un rato…
Se disfruta de un paseo de una hora por $19. Probablemente les toque una chica que oficia de guía de turismo. Probablemente la chica tenga voz de pito y quizás hasta se llame Sonia. Si quieren la escuchan. Y sino, bien pueden dejar de hacerlo. Casi todos la abandonan, al punto que Sonia rara vez recibe al final un saludo o un aplauso. Yo dejé de escucharla en varias oportunidades, pero igual me dio cosa que nadie retribuyera sus esfuerzos de megáfono.
Del paseo en lancha uno llega sedado y feliz, en un estado realmente agradable que incluso se prolonga un tiempo en tierra firme.
Después se puede optar por caminar, echarse en algún rincón ameno, hacer un pic-nic o comer algo en los muchos barcitos y parrillas. Pero hagan lo que hagan, no dejen de pasar por el ya mencionado museo. Es un edificio que fue un casino o un hotel, o las dos cosas. Hace no mucho lo “recauchutaron” y quedó realmente bien. Ahora funciona como museo de arte, con una muestra estable y otra itinerante. Más allá de los cuadros en sí, vale la pena recorrer esos salones, escaleras, pasillos y ascensores, y visitar la increíble terraza que da al río. Todo está muy bien cuidado, organizado y prolijo. Hermosos los pisos, las molduras y las arañas. Ni hablar de los enormes ventanales, especialmente atractivos en días de sol.
Creo que es casi inevitable irse de ahí con la sensación de haber vivido un rato en otra época, o tentado de fiestas de gala y bailes de máscaras, siempre con orquesta en vivo.
De noche prenden los farolitos y también es re lindo, pero ojo: el museo cierra (estoy casi segura) a las 19 Hs.
Antes de partir, pueden darle una mirada al libro de visitas en la planta baja. La gente siempre tiene cosas sorprendentes para decir, a veces también cosas indignantes. Sugiero dejar un mensaje para la posteridad (o para el cosmos, o para todos, o para nadie…) que exceda los meros comentarios sobre el lugar.
Todo esto por sólo $5.
(Paréntesis museológico)
Agradezco a mi compañero de paseo por insistir en que entráramos. A pesar de haber propuesto llegar hasta ahí, reconozco que yo dudé una vez en la puerta. La visita al museo es mérito suyo. Por suerte en ese momento él pensó más claramente que yo.
Dejo el link de una página medio chota, pero donde pueden ver algo:
http://www.tigretienetodo.com.ar/sm%20aviso%20MAT%20museo%20arte%20tigre%20DIA.htm
¡Vayan! Después me cuentan…
PD: Dedicado al ojo de píxel. ¡Beso y gracias!
http://www.tigretienetodo.com.ar/sm%20aviso%20MAT%20museo%20arte%20tigre%20DIA.htm
¡Vayan! Después me cuentan…
PD: Dedicado al ojo de píxel. ¡Beso y gracias!
viernes, 6 de noviembre de 2009
Mami
El otro día vi este comercial en la tele y me causó gracia. Los personajes son un poco estereotipados, pero hay algo de cierto en ellos. Mi oficina no es tan top, ni tengo esos modos y esa carita de promotora, pero siento que capta la esencia de un vínculo. Saben que "Mami" lo dice con conocimiento de causa...
Les dejo el link:
http://www.youtube.com/watch?v=JXn73-90FK4
Ya se lo mostré a mis motoqueros. El primero, el más tímido, se sonrió incómodamente. Sólo comentó la gracia que le causó que el último muchacho se apoyara chorreando sobre el escritorio, víctima evidente de una jornada lluviosa. El segundo se hizo fan, quiere felicitar a los realizadores. Quiso saber quién se dedica en publicidad a delinear los personajes porque sintió que las caracterizaciones eran muy acertadas, y aseguró tener un amigo/colega idéntico al morocho de la melena prominente.
Este post va dedicado a ellos. Sé que la recepción se presta para este tipo de situaciones, pero igual agradezco todos los chocolates y piropos.
Les dejo el link:
http://www.youtube.com/watch?v=JXn73-90FK4
Ya se lo mostré a mis motoqueros. El primero, el más tímido, se sonrió incómodamente. Sólo comentó la gracia que le causó que el último muchacho se apoyara chorreando sobre el escritorio, víctima evidente de una jornada lluviosa. El segundo se hizo fan, quiere felicitar a los realizadores. Quiso saber quién se dedica en publicidad a delinear los personajes porque sintió que las caracterizaciones eran muy acertadas, y aseguró tener un amigo/colega idéntico al morocho de la melena prominente.
Este post va dedicado a ellos. Sé que la recepción se presta para este tipo de situaciones, pero igual agradezco todos los chocolates y piropos.
martes, 3 de noviembre de 2009
A capella
Días de música y de vuelta a las raíces. Música y raíces, y también todo mezclado.
1. Una charla en la que todos confesamos nuestros gustos musicales del pasado, y de la que me fui cargando orgullosa un doble título de fan que no había creído merecer.
2. Entre el regreso de Charly bajo la lluvia, un revival “tipitero” catártico y casero, y un recital de Fito en tono íntimo con final a capella, tengo el corazón hinchado de emoción musical.
Quizás Los Tipitos no sean los mejores poetas de los mencionados, pero son ellos quienes más suenan por estos días en mi cabeza. Así que la canción que cierra el post les pertenece.
Carlos, Rodolfo, Raúl, Walter, Pablo, Federico.
¡Los quiero tanto a todos!
Música y vuelta a las raíces. A veces hacen falta…
1. Una charla en la que todos confesamos nuestros gustos musicales del pasado, y de la que me fui cargando orgullosa un doble título de fan que no había creído merecer.
2. Entre el regreso de Charly bajo la lluvia, un revival “tipitero” catártico y casero, y un recital de Fito en tono íntimo con final a capella, tengo el corazón hinchado de emoción musical.
Quizás Los Tipitos no sean los mejores poetas de los mencionados, pero son ellos quienes más suenan por estos días en mi cabeza. Así que la canción que cierra el post les pertenece.
Carlos, Rodolfo, Raúl, Walter, Pablo, Federico.
¡Los quiero tanto a todos!
Música y vuelta a las raíces. A veces hacen falta…
“Purgatorio” / Los Tipitos
Antes cuando estaba tranquilo,
necesitaba un poco de acción.
Ahora que no tengo respiro,
no puedo hacer ni una canción.
Dicen que la tristeza es como una lluvia
que riega el alma pasando en la tierra,
lavando todas sus miserias.
Purgarme con un manto de gras y luna,
dejar que rompa sobre mí la ola,
dejar que el túnel me atraviese a mí.
Qué bueno sentir en las manos
que has trabajado algo por vos.
Nada se compara a la entrega,
más cuando llega del corazón.
Una de todas las luces en el cielo
era la mía y por Dios no la encuentro.
Esta noche voy a buscar mejor.
viernes, 30 de octubre de 2009
Me and you and everyone we know
Bueh...después de un tiempito de desaparición, estoy de vuelta. Hay cosas girando en mi cabeza, pero no pude hacer de ellas un texto coherente. Y justo vi una peli que me gustó y me pareció que podía compartir eso. Si tienen un ratito, adéntrense. No es larga. Es sencilla, pero linda. Tal vez sea más bien "de minita", pero propongo que los muchachos también se animen. Me re gustaron los actores, los hijos...y las historias en general. Aunque es fácil de comprender, no tiene subtítulos. No sé si se podrán conseguir de alguna manera; esa parte se la dejo a los entendidos.
Quizás simplemente la vida me encuentra en un viernes cursi, un viernes post "licuadoras" furiosas, pero yo la disfruté.
Les dejo el link:
http://quicksilverscreen.com/watch?video=37451
http://quicksilverscreen.com/watch?video=37451
PD: Para ser justa, tengo que aclarar que no es un hallazgo mío. A mí me la recomendó una amiga hace ya varios años. Por una cosa o por otra, nunca la podía ver o no la conseguía. Esta semana la recordé y me puse en campaña. Flor tuvo razón en insistir con que la viera en ese momento, y tuvo razón en lo que me dijo acerca de la peli. Más vale tarde que nunca, supongo...
Gracias a ella, entonces.
martes, 15 de septiembre de 2009
Pura Cepa
Para quienes gustan de las propuestas innovadoras, recomiendo un espectáculo que tiene un poco de todo y todo bastante bueno. Hay danza, teatro y música en vivo. Si vieron alguna vez algo del grupo "El Descueve", va por ahí la cosa (¿Se acuerdan de "Hermosura"?).
Los bailarines son muy buenos y algunos también cantan o tocan instrumentos. Yapa para los muchachos: además de talentosas, las chicas son lindas y...cómo decirlo...se llevan muy bien con sus cuerpos.
Hay una especie de hilo conductor narrativo que sirve de excusa para disparar situaciones diversas. Aunque a veces resultan inconexas, siempre hay entre ellas algún elemento que funciona como puente. Todo gira en torno a los vínculos entre hombres y mujeres y lo que se desprende de ellos: lo femenino-lo masculino, el erotismo, la histeria, la seducción, el amor, la ternura, los enfrentamientos, etc.
En general, el vestuario me gustó mucho. El de las chicas, especialmente; en los chicos no hay mucha variación ni una propuesta muy radical. Blanco, negro, rojo. Algún azul. Simple y sentador. Con detalles de diseño que suman, a veces elegantes, a veces divertidos.
Todo el tiempo hay alguien generando música con una especie de consola (no entiendo mucho del asunto...) o suenan temas ya conocidos, pero además hay momentos en los que la música se vuelve protagonista y funciona muy bien. Alguien toca una guitarra y canta; otro se transforma en baterista.
Sucede en el Konex, que de por sí está bueno. El espectáculo es dinámico, entretenido y convocante, y hasta tiene toques de humor. Es visualmente atractivo (hay, además, algunos trucos con luces que valen la pena), y lisa y llanamente, uno lo pasa bien.
La obra es difícil de explicar, y eso ya me parece bastante interesante. Si tienen ganas, inténtenlo. Quizás incluso salen, como me pasó a mí, con ganas locas de bailar como esa gente.
Los bailarines son muy buenos y algunos también cantan o tocan instrumentos. Yapa para los muchachos: además de talentosas, las chicas son lindas y...cómo decirlo...se llevan muy bien con sus cuerpos.
Hay una especie de hilo conductor narrativo que sirve de excusa para disparar situaciones diversas. Aunque a veces resultan inconexas, siempre hay entre ellas algún elemento que funciona como puente. Todo gira en torno a los vínculos entre hombres y mujeres y lo que se desprende de ellos: lo femenino-lo masculino, el erotismo, la histeria, la seducción, el amor, la ternura, los enfrentamientos, etc.
En general, el vestuario me gustó mucho. El de las chicas, especialmente; en los chicos no hay mucha variación ni una propuesta muy radical. Blanco, negro, rojo. Algún azul. Simple y sentador. Con detalles de diseño que suman, a veces elegantes, a veces divertidos.
Todo el tiempo hay alguien generando música con una especie de consola (no entiendo mucho del asunto...) o suenan temas ya conocidos, pero además hay momentos en los que la música se vuelve protagonista y funciona muy bien. Alguien toca una guitarra y canta; otro se transforma en baterista.
Sucede en el Konex, que de por sí está bueno. El espectáculo es dinámico, entretenido y convocante, y hasta tiene toques de humor. Es visualmente atractivo (hay, además, algunos trucos con luces que valen la pena), y lisa y llanamente, uno lo pasa bien.
La obra es difícil de explicar, y eso ya me parece bastante interesante. Si tienen ganas, inténtenlo. Quizás incluso salen, como me pasó a mí, con ganas locas de bailar como esa gente.
PURA CEPA / Vie y Sab / 21 hs. / Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131 / Dirección: Ana Frenkel, creación colectiva de Grupo Compo. Entradas desde $35 (fíjense que hay posibilidad de 2x1). Yo caí un rato antes y conseguí sin problemas, pero por las dudas 4864-3200.
martes, 1 de septiembre de 2009
Uff ay ay ay
Uff ay ay ay.
El primer día del mes de septiembre amerita un posteo.
Vamos entrando en la última etapa del año, se acerca la primavera, empieza el mes que (por lo menos para mí) es uno de los más populares en términos de cumpleaños. El mes más flexible y democrático, el más "gauchito": el que permite a sus usuarios decidir incluso su nombre (¿septiembre o setiembre?).
El clima ya nos dio una muestra gratis de lo que puede suceder de acá en más, y fue un cachetazo duro, o por lo menos, el augurio alarmante de un enero pegajoso.
Fuera de eso, me pone de buen humor que las plantas estén tan verdes, que empiece a haber noches en las que dan ganas salir a cualquier lado (si todavía se deja, no rechacen de plano el plan de ver a Júpiter desde el Planetario), que la gente en general esté más contenta.
Ojo: no me cae re bien estar más cerca del final del año que de su comienzo, ni que los fanáticos se calcen las ojotas el primer día que hace más de 15º. No. Pero la primavera trae ciertos alicientes, cierto vago sentimiento de esperanza, cierto rumor de florecimiento. Y eso, a veces, me hace olvidar las ojotas.
Me tomo el atrevimiento de hacer más recomendaciones:
1. Juntarse con amigos a cocinar/comer y a compartir alguna propuesta televisiva que valga la pena. Invocando todo el espíritu de un Mundial de Fútbol, pero sin fútbol. Intenten con “Tratame bien” (miércoles a las 23hs. aprox., por Canal 13). Funciona. Y si tienen la suerte de que una de sus amigas es además cocinera profesional, ni les digo…
2. Proponerse pasar tiempo al aire libre. Plazas, balcones, jardines (puede ser propio, prestado, o el del Museo de Arte Español Enrique Larreta: Juramento 2291, entre Vuelta de Obligado y Cuba), terrazas, lugares cerca del río (recomiendo fervorosamente el “Parque de los niños” del lado de Capital). Todo vale. De día, y también de noche.
3. Leer cualquiera de los siguientes libros:
“After dark” (Haruki Murakami)
“Putas asesinas” (Roberto Bolaño)
“El espejo que tiembla” (Abelardo Castillo)
Que lo disfruten.
Hasta la próxima.
El primer día del mes de septiembre amerita un posteo.
Vamos entrando en la última etapa del año, se acerca la primavera, empieza el mes que (por lo menos para mí) es uno de los más populares en términos de cumpleaños. El mes más flexible y democrático, el más "gauchito": el que permite a sus usuarios decidir incluso su nombre (¿septiembre o setiembre?).
El clima ya nos dio una muestra gratis de lo que puede suceder de acá en más, y fue un cachetazo duro, o por lo menos, el augurio alarmante de un enero pegajoso.
Fuera de eso, me pone de buen humor que las plantas estén tan verdes, que empiece a haber noches en las que dan ganas salir a cualquier lado (si todavía se deja, no rechacen de plano el plan de ver a Júpiter desde el Planetario), que la gente en general esté más contenta.
Ojo: no me cae re bien estar más cerca del final del año que de su comienzo, ni que los fanáticos se calcen las ojotas el primer día que hace más de 15º. No. Pero la primavera trae ciertos alicientes, cierto vago sentimiento de esperanza, cierto rumor de florecimiento. Y eso, a veces, me hace olvidar las ojotas.
Me tomo el atrevimiento de hacer más recomendaciones:
1. Juntarse con amigos a cocinar/comer y a compartir alguna propuesta televisiva que valga la pena. Invocando todo el espíritu de un Mundial de Fútbol, pero sin fútbol. Intenten con “Tratame bien” (miércoles a las 23hs. aprox., por Canal 13). Funciona. Y si tienen la suerte de que una de sus amigas es además cocinera profesional, ni les digo…
2. Proponerse pasar tiempo al aire libre. Plazas, balcones, jardines (puede ser propio, prestado, o el del Museo de Arte Español Enrique Larreta: Juramento 2291, entre Vuelta de Obligado y Cuba), terrazas, lugares cerca del río (recomiendo fervorosamente el “Parque de los niños” del lado de Capital). Todo vale. De día, y también de noche.
3. Leer cualquiera de los siguientes libros:
“After dark” (Haruki Murakami)
“Putas asesinas” (Roberto Bolaño)
“El espejo que tiembla” (Abelardo Castillo)
Que lo disfruten.
Hasta la próxima.
lunes, 10 de agosto de 2009
Institucionalización (Cap. 1)
Hay algo que yo hago siempre con mi gente y hoy quiero institucionalizarlo. Voy a decirlo en voz alta, una sola vez y para todos.
Hoy me pongo en papel de “recomendadora”. Ojo: todos los que me conocen saben que mis recomendaciones no están basadas sólo en la calidad de las propuestas, en su originalidad, su seriedad o en el talento de la gente que las hace (aunque todo eso es muy importante para mí), sino también en su nivel de pintoresquismo. Así que la diferencia entre decir esto acá y mandar a cada uno de uds. a variadas actividades según lo que a mí me parece que puede interesarles, es que cada uno tiene que hacerse cargo de su personita y decidir cuánto pintoresquismo está dispuesto a soportar.
Sres. Desconocidos: esta institucionalización a los cuatro vientos va también para uds., a quienes de cualquier modo no podría recomendar nada con conocimiento de causa…o de persona, digamos (todo esto suponiendo que este loco loco mundo cibernético hizo que hubiera algún desconocido dando vueltas por acá).
Bueh, a los bifes.
1. Existe algo que se llama “Confesionario”. Muchos me habrán escuchado hablar al respecto más de una vez. La propuesta es la siguiente: algunos invitados (escritores, músicos, fotógrafos, actores, periodistas, etc.) se juntan, coordinados por la conductora del ciclo, a contar algo verdadero, en primera persona y en tono confesional. Claro que esta consigna toma formas muy variadas y las “confesiones” no son sólo textos, sino también fotos, videos, llanas entrevistas, etc. Todo esto sucede en un contexto más bien teatral, inmerso a su vez en un espacio que funcionó como biblioteca (…y que está muy bueno). Hay una especie de escenario, micrófonos, luces, público y protagonistas, aunque estas últimas categorías tienen en cada emisión límites muy fluctuantes.
Lo que más me gusta de la propuesta es que siempre sucede algo diferente. Porque el resultado final responde a la combinación que se da por la onda entre los invitados, la presencia o ausencia de música, la participación o mutismo del público, los imprevistos técnicos y de cualquier otro tipo, etc. Y así como hay jornadas memorables, hay otras que funcionan menos. Pero la gracia es aventurarse de cualquier modo, porque siempre hay algo que vale la pena presenciar. Conocí mucha gente copada gracias al “Confesionario”.
A esto todavía pueden ir si les dan ganas. Está anunciado para todos los martes de agosto (probablemente con vistas a prolongarse). Pueden buscarlo para ver quiénes están de invitados cada vez.
CONFESIONARIO / Martes de agosto / 21 hs. / Biblioteca del Centro Cultural Rojas, Corrientes 2038 / Coordina: Cecilia Szperling / Entrada libre y gratuita (capacidad limitada).
2. La semana pasada fui a una charla con Beatriz Sarlo. La temática era “Mitos urbanos”. Fue en el contexto de un ciclo de entrevistas a escritores que se llama “La ficción y sus hacedores”, en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. El ciclo tiene una emisión más esta semana, pero yo fui a ese porque me interesaba Sarlo en particular.
Sé que esto no es en realidad una recomendación porque el evento ya pasó, pero quiero decir que me re gustó. Básicamente usaron de excusa el último libro de Sarlo (“La ciudad vista”) para hablar de Buenos Aires, de otras ciudades y de muchísimas otras cosas.
Sarlo ya me caía bien y algo había leído, pero en vivo cae mejor. Fue una charla muy dinámica y amena. Ella es piola y accesible, y a pesar de confesar sus 60 y pico, es increíble la visión joven y actual que tiene de las cosas. Me fui chocha, y con muchas ganas de adentrarme en el libro.
Aprovecho esta recomendación mentirosa y a posteriori para decirles que estén atentos a lo que sucede en este lugar. Hay actividades muy diversas y no son muy promocionadas. Además el edificio está bueno (creo que es donde funcionaba la revista “Sur”) y está ubicado en un lugar lindo. Y uno puede salir de ahí una noche de miércoles cualquiera sintiéndose francamente enriquecido. Vale la pena.
LA FICCIÓN Y SUS HACEDORES / Miércoles 19 de agosto / 19.30 hs. (creo) / Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Rufino de Elizalde 2831 / Coordina: Silvia Hopenhayn / Entrada libre y gratuita (capacidad limitada).
Hoy me pongo en papel de “recomendadora”. Ojo: todos los que me conocen saben que mis recomendaciones no están basadas sólo en la calidad de las propuestas, en su originalidad, su seriedad o en el talento de la gente que las hace (aunque todo eso es muy importante para mí), sino también en su nivel de pintoresquismo. Así que la diferencia entre decir esto acá y mandar a cada uno de uds. a variadas actividades según lo que a mí me parece que puede interesarles, es que cada uno tiene que hacerse cargo de su personita y decidir cuánto pintoresquismo está dispuesto a soportar.
Sres. Desconocidos: esta institucionalización a los cuatro vientos va también para uds., a quienes de cualquier modo no podría recomendar nada con conocimiento de causa…o de persona, digamos (todo esto suponiendo que este loco loco mundo cibernético hizo que hubiera algún desconocido dando vueltas por acá).
Bueh, a los bifes.
1. Existe algo que se llama “Confesionario”. Muchos me habrán escuchado hablar al respecto más de una vez. La propuesta es la siguiente: algunos invitados (escritores, músicos, fotógrafos, actores, periodistas, etc.) se juntan, coordinados por la conductora del ciclo, a contar algo verdadero, en primera persona y en tono confesional. Claro que esta consigna toma formas muy variadas y las “confesiones” no son sólo textos, sino también fotos, videos, llanas entrevistas, etc. Todo esto sucede en un contexto más bien teatral, inmerso a su vez en un espacio que funcionó como biblioteca (…y que está muy bueno). Hay una especie de escenario, micrófonos, luces, público y protagonistas, aunque estas últimas categorías tienen en cada emisión límites muy fluctuantes.
Lo que más me gusta de la propuesta es que siempre sucede algo diferente. Porque el resultado final responde a la combinación que se da por la onda entre los invitados, la presencia o ausencia de música, la participación o mutismo del público, los imprevistos técnicos y de cualquier otro tipo, etc. Y así como hay jornadas memorables, hay otras que funcionan menos. Pero la gracia es aventurarse de cualquier modo, porque siempre hay algo que vale la pena presenciar. Conocí mucha gente copada gracias al “Confesionario”.
A esto todavía pueden ir si les dan ganas. Está anunciado para todos los martes de agosto (probablemente con vistas a prolongarse). Pueden buscarlo para ver quiénes están de invitados cada vez.
CONFESIONARIO / Martes de agosto / 21 hs. / Biblioteca del Centro Cultural Rojas, Corrientes 2038 / Coordina: Cecilia Szperling / Entrada libre y gratuita (capacidad limitada).
2. La semana pasada fui a una charla con Beatriz Sarlo. La temática era “Mitos urbanos”. Fue en el contexto de un ciclo de entrevistas a escritores que se llama “La ficción y sus hacedores”, en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. El ciclo tiene una emisión más esta semana, pero yo fui a ese porque me interesaba Sarlo en particular.
Sé que esto no es en realidad una recomendación porque el evento ya pasó, pero quiero decir que me re gustó. Básicamente usaron de excusa el último libro de Sarlo (“La ciudad vista”) para hablar de Buenos Aires, de otras ciudades y de muchísimas otras cosas.
Sarlo ya me caía bien y algo había leído, pero en vivo cae mejor. Fue una charla muy dinámica y amena. Ella es piola y accesible, y a pesar de confesar sus 60 y pico, es increíble la visión joven y actual que tiene de las cosas. Me fui chocha, y con muchas ganas de adentrarme en el libro.
Aprovecho esta recomendación mentirosa y a posteriori para decirles que estén atentos a lo que sucede en este lugar. Hay actividades muy diversas y no son muy promocionadas. Además el edificio está bueno (creo que es donde funcionaba la revista “Sur”) y está ubicado en un lugar lindo. Y uno puede salir de ahí una noche de miércoles cualquiera sintiéndose francamente enriquecido. Vale la pena.
LA FICCIÓN Y SUS HACEDORES / Miércoles 19 de agosto / 19.30 hs. (creo) / Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Rufino de Elizalde 2831 / Coordina: Silvia Hopenhayn / Entrada libre y gratuita (capacidad limitada).
martes, 28 de julio de 2009
Catarsis electrodoméstica
Qué tema las licuadoras interiores. Esa sensación de que algo se mueve adentro, algo que es indispensable acallar. Y estamos ansiosos por hacer mil cosas y al mismo tiempo no podemos empezar ni una. Y con esa impotencia no acallamos nada, y sólo podemos licuar furiosamente, cada vez más. Entonces la sensación se vuelve física, y la perturbación se hace temblor.
Estas son semanas de licuadoras: deben estar de oferta, no sé… Porque me cruzo con mucha gente que no para de batir, que no para de mezclar, que no para, que no puede parar.
Y se ve que hace falta hacer catarsis electodoméstica, porque empiezo a notar que las licuadoras se cruzan con otras licuadoras. Pareciera que se atraen, que se intuyen, que se huelen, que se llaman. Y en medio de sus movimientos de torbellino -de sus movimientos ruidosos, circulares, testarudos, metálicos, inagotables- todas intentan seguir viviendo.
Catarsis electrodoméstica.
Creo que una de las cosas que más disfruto de la vida es tener una buena charla. Muchas nacen de licuadoras, algunas las generan, otras las calman. Hoy me desperté con ganas de agradecerle a la gente por las buenas charlas, por las charlas productivas, las reveladoras, las divertidas, por aquellas en las que sentí que al otro le estaba pasando lo mismo que a mí y esa coincidencia nos hermanaba, por aquellas en las que hice complicidad de género, por las que lograron una progresión dramática que desembocó en confesiones, por las que lloré de risa, por las que incluyeron retos, por las que mostraron verdades, por las que quitaron miedos.
Cuántas veces me despedí de alguien deseando que todo eso que habíamos construido se sostuviera en el tiempo. Deseando ser tan alegre, valiente, creativa y resuelta cuando tuviera que poner en práctica lo concluido.
Muchas veces abandoné charlas (o ellas me abandonaron a mí, no sé…) con la sensación de que algo había cambiado adentro mío, con la sensación de que de ahí en más algo mutaba. Y la vida siguió, y muchas veces siguió igual, pero esa sensación del primer momento no era enteramente falsa. En cada intercambio con otro algo se corre, algo se ve, algo se aprende, algo se deja. Y por más mínimo que sea el cambio, nos alejamos de la atmósfera de la conversación siendo un poco nosotros, y también un poco el otro.
Gracias a todos los que estuvieron involucrados en alguno de esos trueques. Gracias. Cada uno hágase cargo de lo que le corresponda, y de lo que me dejó.
Ojalá alguien, alguna vez, haya sentido en una charla conmigo alguna de estas cosas. Ojalá alguno haya compensado con mi aporte lo que me llevé yo cuando nos despedimos.
Estas son semanas de licuadoras: deben estar de oferta, no sé… Porque me cruzo con mucha gente que no para de batir, que no para de mezclar, que no para, que no puede parar.
Y se ve que hace falta hacer catarsis electodoméstica, porque empiezo a notar que las licuadoras se cruzan con otras licuadoras. Pareciera que se atraen, que se intuyen, que se huelen, que se llaman. Y en medio de sus movimientos de torbellino -de sus movimientos ruidosos, circulares, testarudos, metálicos, inagotables- todas intentan seguir viviendo.
Catarsis electrodoméstica.
Creo que una de las cosas que más disfruto de la vida es tener una buena charla. Muchas nacen de licuadoras, algunas las generan, otras las calman. Hoy me desperté con ganas de agradecerle a la gente por las buenas charlas, por las charlas productivas, las reveladoras, las divertidas, por aquellas en las que sentí que al otro le estaba pasando lo mismo que a mí y esa coincidencia nos hermanaba, por aquellas en las que hice complicidad de género, por las que lograron una progresión dramática que desembocó en confesiones, por las que lloré de risa, por las que incluyeron retos, por las que mostraron verdades, por las que quitaron miedos.
Cuántas veces me despedí de alguien deseando que todo eso que habíamos construido se sostuviera en el tiempo. Deseando ser tan alegre, valiente, creativa y resuelta cuando tuviera que poner en práctica lo concluido.
Muchas veces abandoné charlas (o ellas me abandonaron a mí, no sé…) con la sensación de que algo había cambiado adentro mío, con la sensación de que de ahí en más algo mutaba. Y la vida siguió, y muchas veces siguió igual, pero esa sensación del primer momento no era enteramente falsa. En cada intercambio con otro algo se corre, algo se ve, algo se aprende, algo se deja. Y por más mínimo que sea el cambio, nos alejamos de la atmósfera de la conversación siendo un poco nosotros, y también un poco el otro.
Gracias a todos los que estuvieron involucrados en alguno de esos trueques. Gracias. Cada uno hágase cargo de lo que le corresponda, y de lo que me dejó.
Ojalá alguien, alguna vez, haya sentido en una charla conmigo alguna de estas cosas. Ojalá alguno haya compensado con mi aporte lo que me llevé yo cuando nos despedimos.
miércoles, 15 de julio de 2009
Afán de viaje
Yo me canso de mí. Muchas veces me canso. Me canso de estar conmigo, me canso de lo que pienso, de no parar de pensar, me canso de mis miedos, de mis anécdotas, de mis hábitos, de mi voz. A veces quiero tomarme vacaciones de mí. Irme de mí, ser otra.
De todo esto hablaba con mi amiga S hace un tiempo, porque ella también quiere vacaciones. Y entre las dos sospechamos que son varios (sino todos) los que alguna vez quisieron irse de sí mismos.
Por supuesto que no llegamos a ninguna conclusión con S, y seguimos sin poder irnos de excursión a ningún lado. Pero algunos días después, ella leía a Oliverio Girondo y se cruzó con el momento en el que a Oliverio le pasó lo mismo que a nosotras. Me contó que lo leyó, me lo leyó y me lo mandó, para que no quedaran dudas de que el tipo entendía algunas cosas y, sobre todo, de la habitual simpatía con la que las decía en voz alta.
Vale la pena que lo copie. Así todos los sospechados de afán de viaje, pueden sentirse acompañados.
De todo esto hablaba con mi amiga S hace un tiempo, porque ella también quiere vacaciones. Y entre las dos sospechamos que son varios (sino todos) los que alguna vez quisieron irse de sí mismos.
Por supuesto que no llegamos a ninguna conclusión con S, y seguimos sin poder irnos de excursión a ningún lado. Pero algunos días después, ella leía a Oliverio Girondo y se cruzó con el momento en el que a Oliverio le pasó lo mismo que a nosotras. Me contó que lo leyó, me lo leyó y me lo mandó, para que no quedaran dudas de que el tipo entendía algunas cosas y, sobre todo, de la habitual simpatía con la que las decía en voz alta.
Vale la pena que lo copie. Así todos los sospechados de afán de viaje, pueden sentirse acompañados.
Cansancio
Cansado
¡Sí!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.
Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
(Oliverio Girondo)
Repito: no llegamos a una conclusión, pero sí hay alguna propuesta. Y en esta etapa de propuestas tengo que ser justa y mencionar a una nueva colaboradora, otra querida amiga mía a la que llamaremos D. D me dijo (hablábamos de otras cosas, pero yo venía pensando en Oliverio y lo relacioné…): “A veces hay que hacer todo lo contrario a lo que uno haría. Ser lo menos uno que uno pueda ser. Y de esa forma, dejarse sorprender por uno mismo.”
No lo dijimos así tan derechito y tan claro, pero ahora pienso que D estaría de acuerdo en afirmar que quizás ésta es una de las formas posibles de excursión. Una manera amable, barata y casi lúdica de armar las valijas e irse por un rato.
No lo dijimos así tan derechito y tan claro, pero ahora pienso que D estaría de acuerdo en afirmar que quizás ésta es una de las formas posibles de excursión. Una manera amable, barata y casi lúdica de armar las valijas e irse por un rato.
(Agradecimientos)
A S por el aporte literario.
A D por su aporte personal.
A X, porque ella también estuvo de acuerdo, tiene el afán de viaje a flor de piel, y porque siempre aporta mucho.
lunes, 13 de julio de 2009
Celestín o xilofón
En algunas oportunidades (aún hoy a veces lo hago) trabajé con la Licenciada S.S., psicoanalista. En general, nuestra tarea consiste en preparar programas para cursos, presentaciones o escritos. Ella elabora el contenido y yo la ayudo a redactarlo. En este caso, estábamos reformulando un texto preexistente. Yo estaba sentada frente a la computadora. La Lic. S.S. leía el texto de manera intermitente, sentada cerca mío. Yo no la veía, sólo sentía su voz llegando desde atrás.
Hacía un rato yo había decidido poner música, así que la Lic. S.S. se mezclaba por momentos con Lisandro Aristimuño. Con los dedos sobre el teclado, esperaba directivas para empezar a escribir. Entonces, mientras la Lic. ordenaba sus ideas en voz alta, yo las fui mezclando un poco con las ideas de Lisandro. El texto que pego a continuación es el resultado de esa conjunción loca. Creo que la Lic. S.S. nunca supo que este texto existió, pero también creo que si lo viera, probablemente le gustaría. Acá va:
Hacía un rato yo había decidido poner música, así que la Lic. S.S. se mezclaba por momentos con Lisandro Aristimuño. Con los dedos sobre el teclado, esperaba directivas para empezar a escribir. Entonces, mientras la Lic. ordenaba sus ideas en voz alta, yo las fui mezclando un poco con las ideas de Lisandro. El texto que pego a continuación es el resultado de esa conjunción loca. Creo que la Lic. S.S. nunca supo que este texto existió, pero también creo que si lo viera, probablemente le gustaría. Acá va:
Que momento de mierda… Por eso cuando te dije que me encontré con posmuertos vivos fue exactamente hace un mes. Estaba…nada, boludeando. Yo te voy a leer una cosa: “de nubes hermosas, te vi salir desnuda sobre el mar”. El término está totalmente ausente, los griegos no decían “yo”. Flota en el lugar…S. lee, y no se da cuenta de Lisandro ni de mí.
Café. Son casi las tres.
A partir de cierta época, la areté (realización total del individuo). La noción unitaria del bien como perfección. Inautenticidad, máximas sin importancia en la magia de tu luz. Fui cosas que no soy: viraje concreto. Hasta entonces la revolución copernicana flota en el lugar, humo sobre el mar.
Unilineal preestablecido con etapas que se presentan cada una a su turno, es pura y simplemente el abandono. El domingo pasado. (Silencio). Esta tentativa la hemos oído de labios del único: “Pena me dio no verte”, no tienen ningún valor.
“Vos, vos y las hojas caen”. Simplemente quiero introducir lo que Sócrates pone de relieve. Conforma la virtud esencial: dos copas de cristal. Por lo cual los ciudadanos se encuentran ligados en un cuerpo. Viejos amantes que no son demagogos, en función de una ortodoxia sembrada por abuelas. Lo verdadero que hay en ella no es aprehensible por un saber ligado. “Quiero besarte dormida y despertarme en tu boca”, aún es cuestión de entender qué espera él de ello.
Entre los días vas, vos, lejos del miedo, encantadora. Sos viento de los mares, deconstructor de barcos, mojando melodías…Y despertarme en tu boca con una cierta coherencia del discurso. Vos.
Trataré de enseñarles acerca del yo. Abracen lo poco de luz que queda. El esclavo, verán que lo sabe todo: bastará despertarlo. Pensaba vestirme de azul al verlo. Este error existe en todo saber: una vez constituido, lo olvida. Vaya y pase. Pisando y mojando la tierra, bailando hasta que amanezca. Decime de dónde se viene la noche, a nivel de la ortodoxia. Cuanto más sabemos, mayores son los riesgos. (Charango). Es preciso que sepa…
-“S., me lavo las manos y seguimos con el texto”. Celestín o xilofón: no son demagogos.
domingo, 12 de julio de 2009
Tununa
Algún día, 2008
Tununa Mercado es escritora. La conocí el otro día en un programa de televisión en el que hacen dialogar a un autor con alguno de sus lectores. Ella me cayó bien, pero su nombre me cae aún mejor.
Tununa.
Tununa hablaba y te daban ganas de escucharla. Me generó lo que algunas personas me generan, una especie de hipnosis discursiva. Hablan y me gusta. Hablan y quiero escucharlas. Hablan y no puedo hacer otra cosa que escuchar. Y me parece que no es tan importante lo que digan, o sí, pero es tan importante como la manera en que lo dicen. Me gusta la gente que habla musical. Me seda. Me da envidia. Los quiero abrazar.
Una Tununa no puede no hablar musical. Siendo Tununa, no puede. Calculo que también debe estar bueno leerla… Con ese nombre tenía que convertirse en alguien de fácil acceso, democrático, generoso. Ese nombre tenía que ser ofrecido, tenía que repartirse. El anonimato hubiera sido un acto de extremo egoísmo. Tununa lo sabía, por eso se convirtió en escritora.
Ahora su nombre está impreso en numerosas portadas de libros. Y si dice “Tununa”, seguramente también hay pájaros.
(Paréntesis musical)
“Hoy te llamo porque extraño tu canción y en tu voz se calma el viento…” (Lisandro Aristimuño – “Plug del sur”)
Tununa.
Tununa hablaba y te daban ganas de escucharla. Me generó lo que algunas personas me generan, una especie de hipnosis discursiva. Hablan y me gusta. Hablan y quiero escucharlas. Hablan y no puedo hacer otra cosa que escuchar. Y me parece que no es tan importante lo que digan, o sí, pero es tan importante como la manera en que lo dicen. Me gusta la gente que habla musical. Me seda. Me da envidia. Los quiero abrazar.
Una Tununa no puede no hablar musical. Siendo Tununa, no puede. Calculo que también debe estar bueno leerla… Con ese nombre tenía que convertirse en alguien de fácil acceso, democrático, generoso. Ese nombre tenía que ser ofrecido, tenía que repartirse. El anonimato hubiera sido un acto de extremo egoísmo. Tununa lo sabía, por eso se convirtió en escritora.
Ahora su nombre está impreso en numerosas portadas de libros. Y si dice “Tununa”, seguramente también hay pájaros.
(Paréntesis musical)
“Hoy te llamo porque extraño tu canción y en tu voz se calma el viento…” (Lisandro Aristimuño – “Plug del sur”)
martes, 7 de julio de 2009
jueves, 2 de julio de 2009
i
martes 29 de julio de 2008 / 9:58 am
Inercia. I-ner-cia. I. N. E. R. C. i. A. La computadora decidió que si quería escribir la palabra separada por puntos, letra por letra, tenía que hacerme cargo. Entonces me la fue poniendo toda en mayúscula, como una sigla. Algo solemne, institucional, algo casi temerario. Pero en la “mayusculización” se le piantó la “i”. Le quedó una “i” chiquita que le quita un poco de autoridad al asunto.
…quizás ahí está la esperanza de cambio, el escape: en el error.
Quiero volver a encontrar las cosas que están buenas de lo cotidiano. Mi casa, las calles, leer algo, una buena charla, los desconocidos, la música, las fotos.
Estos días estuve leyendo una larga nota sobre Cartier-Bresson que aún no terminé. Algún día de agosto se cumplen 100 años de su nacimiento, y salen notas varias. Es un incuestionable y eso a veces me aleja. Quiero decir: ¿Quién se va a atrever a admitir que no le gusta Cartier-Bresson? ¿Quién puede negar que lo que hizo fue bueno? Creo que no puede no gustarte. Y ese tema de que sea tan políticamente correcto, de que todo lo haya hecho bien, siendo además un hombre bueno y honesto, me aleja.
Pero entonces el tipo dice cosas como ésta y lo querés. Sé, y lo sé porque me conozco, que voy a olvidar todo lo que leí en esa nota. De hecho, ya olvidé gran parte. Olvido películas, libros y vida mucho más de lo que me gustaría. Pero Bresson…Henri dijo esto, y lo quise: “Yo quiero enseñar a la gente a mirar. Porque la gente no mira, piensa.” Qué miedo. Qué cierto. Cuánta inercia.
Quiero mirar. Mi-rar. M. I. R. A. R.
…quizás ahí está la esperanza de cambio, el escape: en el error.
Quiero volver a encontrar las cosas que están buenas de lo cotidiano. Mi casa, las calles, leer algo, una buena charla, los desconocidos, la música, las fotos.
Estos días estuve leyendo una larga nota sobre Cartier-Bresson que aún no terminé. Algún día de agosto se cumplen 100 años de su nacimiento, y salen notas varias. Es un incuestionable y eso a veces me aleja. Quiero decir: ¿Quién se va a atrever a admitir que no le gusta Cartier-Bresson? ¿Quién puede negar que lo que hizo fue bueno? Creo que no puede no gustarte. Y ese tema de que sea tan políticamente correcto, de que todo lo haya hecho bien, siendo además un hombre bueno y honesto, me aleja.
Pero entonces el tipo dice cosas como ésta y lo querés. Sé, y lo sé porque me conozco, que voy a olvidar todo lo que leí en esa nota. De hecho, ya olvidé gran parte. Olvido películas, libros y vida mucho más de lo que me gustaría. Pero Bresson…Henri dijo esto, y lo quise: “Yo quiero enseñar a la gente a mirar. Porque la gente no mira, piensa.” Qué miedo. Qué cierto. Cuánta inercia.
Quiero mirar. Mi-rar. M. I. R. A. R.
M. i. R. A. R.
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